Así que el vudú podría tener parte de la culpa de lo que ha pasado en Haití.
Es una idea que me recuerda una conversación que tuve el domingo con un funcionario de un organismo multilateral. Esta persona me contaba que, hace un mes, en una conversación con un alto cargo nepalí, éste le dijo: "Nuestro país está maldito". Cuando el funcionario le preguntó qué quería decir con eso, el nepalí le explicó, totalmente en serio, la historia de una leyenda según la cual una princesa despechada maldijo Nepal hace unos miles de años.

Un niño se oculta con una máscara de carnaval en las ruinas de Puerto Príncipe. | AP
La teoría de mi amigo, entonces, era que más que mandar a funcionarios del Banco Mundial, el FMI y el Banco Asiático de Desarrollo a Nepal, la clave sería convocar una gran asamblea de hechiceros para que realicen un exorcismo a Nepal. Personalmente pienso que, por lo desconectado de la realidad de las teorías, lo arbitrario de los ritos, lo arcano de los razonamientos, y lo irracional de todo el sistema, esa asamblea de hechiceros no sería muy diferente de la reunión anual de la American Economics Association que acaba de celebrarse.
Volviendo a Haití, la idea de Brooks es provocadora. Pero algunos la encuentran racista. Ésa es la opinión de Nadra Kadeem en About.com, un portal, también, propiedad de 'The New York Times'. Kadeem recuerda que ese argumento fue utilizado también para justificar la destrucción de Nueva Orleans por el huracán Katrina. Y es que, a fin de cuentas, entre la comunidad negra de Louisiana también se practican ritos de vudú, aunque en mucha menor medida que en Haití.
Lo cierto es que el culturalismo sirve para explicarlo todo. O sea, nada. Es como el marxismo, o como cualquier explicación que pretende ser universalista. Es un traje en el que entra todo, sobre todo si sabemos poco de lo que hablamos. Por ejemplo, el argumento contrario del de Brooks es el de Barbara Ehrenreich, una de las mejores periodistas de Estados Unidos, autora del formidable libro Nickel and Dimmed, acerca de la pobreza en EEUU.
En su último libro, 'Smile or Die' ('Sonríe o muere'), Ehrenreich defiende la tesis contraria a la de Brooks: la responsabilidad individual puede ser un obstáculo para salir de la pobreza. Según Ehrenreich, al atribuir la responsabilidad del éxito o del fracaso personal a uno mismo, sin tener en cuenta el contexto socioeconómico, se está incentivando la pasividad de los ciudadanos en la esfera pública. En otras palabras: el fracaso personal es culpa de uno, no de una sociedad en la que la educación, que es la clave para acceder a una vida mejor, es carísima, servicios básicos, como la sanidad, son inaccesibles para una parte de la población y existe incluso una clase social (perdón por el uso del término marxista) denominada "los pobres que trabajan", que necesita dos o tres empleos para vivir por debajo del nivel de la pobreza.
Así pues, la cultura puede ser tan culpable de la pobreza de Haití como cualquier otra cosa.
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